Sin el pan y sin el queso
Una reapertura económica a medias sin el sistema de salud listo para el pico de contagios sería lamentable para la salud y la economía.
Es mucho lo que está en juego para el Gobierno, los actores económicos y la sociedad colombiana en la fase actual del desconfinamiento.
En medio de una fatiga social con la cuarentena y con un número creciente de casos de coronavirus, el Ejecutivo Nacional implementa una reapertura de los sectores productivos con fuerte énfasis local.
Simultáneamente, el Estado aprovechó el tiempo de la cuarentena en su máxima rigurosidad para avanzar en sus capacidades de hacer pruebas de diagnóstico, para desarrollar mecanismos de detección y para fortalecer el seguimiento epidemiológico. No obstante, en el ritmo de crecimiento de las camas de cuidados intensivos, los resultados no fueron los mejores.
Un reciente informe de Anif muestra cómo las grandes capitales del país ampliaron de forma heterogénea esta capacidad de atender apropiadamente los casos más severos de la covid-19.
Por ejemplo, Medellín, cuya estrategia frente a la pandemia fue destacada por la revista The Economist, incrementó durante el período de cuarentena en un 42 por ciento su indicador de camas UCI por 100 mil habitantes. Bogotá también subió esa tasa pero solo hasta el 20 por ciento. La capital de la República lleva varios días en el borde del 50 por ciento de la ocupación de las camas UCI.
No contar hoy con el número de unidades de cuidados intensivos proyectadas al inicio del confinamiento en marzo, a nivel nacional y en varias ciudades importantes es una pérdida del tiempo valioso que se ganó al aislar a toda la población.
No se puede olvidar el inmenso costo económico y social en el que ha incurrido Colombia durante estos dos meses y medio de restricciones. Confinar a buena parte de las personas y los sectores productivos paralizó la economía, hundió el PIB, arrasó con más de 5 millones de puestos de trabajo, probablemente aumente los niveles de pobreza y exacerbó todo tipo de inequidades como las digitales o las de género.
Una mirada a varios de los indicadores de la pandemia en las grandes ciudades reflejan dos trayectorias distintas. Mientras Medellín y Bucaramanga manejan una curva menos pronunciada de contagios y fallecidos, Cartagena, Barranquilla, Bogotá y Cali tienen el registro contrario.
El abordaje regional de la fase actual del desconfinamiento implica que las capitales antioqueña y santandereana puedan reanudar más rápido sus actividades económicas que otras áreas metropolitanas del país.
Sin desconocer la necesidad e importancia de los ajustes locales, en especial ante los datos de salud, el Gobierno Nacional tiene el reto de impedir que la reactivación económica se convierta en un proceso irregular y a múltiples velocidades.
Esa llave regional de la gradualidad ha generado confusión dentro de la población, ya de por sí exhausta de la cuarentena. Los mensajes del Gobierno Nacional no se sintonizan con los de algunos mandatarios locales.
El desafío de política pública, y también comunicativo, del desconfinamiento es resolver la cuestión de cómo reabrir la economía sin haber llegado al pico de los contagios. Y lo que es más complejo: con un rezago en las UCIs inicialmente proyectadas.
Si bien el Ministerio de Comercio reporta que los sectores abiertos ya suman el 80 por ciento del PIB, la realidad empresarial es mucho más compleja. Empresas que podrían reactivarse no piden autorización mientras que las autorizadas enfrentan los sobrecostos de la adaptación, una demanda deprimida y problemas para producir y vender.
Tanto la reactivación como la preparación sanitaria deben agilizarse para evitar que nos quedemos sin el pan y sin el queso: abiertos a medias con la economía en ruinas y poco preparados para el pico de la pandemia.
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