¿Un genuino peso pesado?
Todo lo que sube tiende a caer vertiginosamente según su peso.
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Al menos así lo sugiere un principio de la física que quiero extrapolar al comportamiento de la economía, particularmente de la revaluación del peso colombiano, el cual mantiene una impetuosa tendencia alcista, pero hay elementos estructurales para pensar que esto es sostenible.
Para analizarlo vayamos por partes, de lo macro a lo micro, y lo externo hacia lo interno.
Empecemos por el principio: el macroentorno internacional, pues no cabe duda de que la actual es una crónica de una muerte anunciada para la devaluación del peso, lo que no sorprende, si se considera que hace tiempo registramos y acumulamos hechos que aumentan la incertidumbre y presionan a la baja a las divisas tradicionalmente dominantes, y generan oportunidades de arbitramento y auge para los nuevos emergentes, los Civets.
El dilema es si de esto tan bueno dan tanto, ya que las expectativas del mercado cada vez están más elevadas y el tiempo decidirá si estábamos dentro de una burbuja inflada por la coyuntura de la crisis; en otras palabras, sabremos si el mercado buscaba refugio en los menos peores o si realmente creía y confiaba en nuestra economía.
De momento las noticias son ilusorias y consolidan una tendencia de refuerzo positivo, toda vez que el grado de inversión atrae recursos y liquidez que han devaluado al dólar; paradójicamente, la política de nuestro Banco Central, relacionada con la compra de excesos hasta 20 millones de dólares diarios, tiene un efecto contraintuitivo, al estimular la llegada de capitales golondrina de inversionistas que quieren cambiar posiciones de monetización.
Anclados en la ortodoxia no hemos incorporado controles de capital, que ahora con la integración bursátil pueden generar estragos, pues el apetito por, y la dinámica de la economía peruana es mejor que la nuestra, pero su capacidad de oferta es muy limitada. En ese río revuelto podemos quedar inundados de más dólares, hecho que afecta los ingresos de los exportadores. Claro, el mercado interno puede continuar, en teoría, aprovechando la bonanza de tecnología barata, modernización que debe hacerse efectiva y traducirse en productividad; como sea, el escenario de planeación empresarial en el corto y mediano plazo se hace cada vez más complejo por su inestabilidad, ya que todos estamos pendientes de la ciclotimia de nuestros vecinos continentales, la ruina europea, la incierta recuperación en Estados Unidos, y la tribulada situación petro-política en Medio Oriente y África. Campeones de la revaluación con el peso pesado, la década de América Latina parece construirse sobre la tragedia del resto del planeta; debemos prepararnos para generar las bases que soporten nuestro crecimiento, de modo que la caída de la bonanza no sea un asunto de tanta gravedad, por antonomasia con la física.
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