Libertad digital

Seremos una sociedad más conectada pero a la vez más vulnerable en términos de privacidad y más desafiante desde la perspectiva normativa.

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En tiempos del Coronavirus, donde todo se hace de manera virtual, no es extraño que millones de personas suministren datos personales a tantas plataformas digitales disponibles sobre los síntomas que puedan tener cada día, su ubicación, sus dinámicas diarias tales como clases virtuales, compras electrónicas, libros o canciones preferidas, recetas de cocina para preparar, entre muchas otras actividades. Se trata del minuto a minuto de millones de usuarios plasmado en Internet de forma espontánea y sin darse cuenta como resultado de la mayor conectividad a la que estamos obligados.
Ahora imagínense que toda esa información se cruzara en un solo lugar para obtener un perfil detallado de cada persona en el mundo digital. ¿Qué podría hacer un gobierno, una multinacional o un banco con todos esos datos? Qué tal si una eventual dictadura en cualquier país pudiera identificar si el usuario es o no opositor, incluso una aseguradora lograría calcular la verdadera expectativa de vida para decidir si aceptarlo. De hecho los bancos podrían determinar si prestarle dinero a una persona sobre la base de si estuvo contagiado en medio de la pandemia. De alguna manera, las entrevistas o evaluaciones se acabarán porque toda la información estará allí consignada, de forma transparente y en tiempo real.
¿Hasta dónde las libertades en un mundo cada vez más conectado se van a limitar? Si en algo cambiará la sociedad después de que todo esto pase será precisamente en la necesidad de mantener el aislamiento social como una nueva adquisición cultural. Los niveles de confianza frente a las reuniones masivas cambiarán rotundamente y sonará extraño que desde diferentes lugares de una misma ciudad se acuda a una reunión cuando los encuentros podrán darse a través de una de tantas plataformas digitales disponibles para ese propósito. ¿Quién defenderá los derechos de los usuarios en Internet? ¿Quién responderá por la protección de todos esos datos entregados?
Resulta evidente la necesidad de ajustar la actual normatividad, al menos en Colombia, para facilitar el trabajo de los reguladores.
No vayamos tan lejos: para nadie es un secreto que mientras los operadores de telecomunicaciones complementan sus paquetes de voz con datos (hablo de las llamadas tradicionales), cada día crece el número de usuarios que prefiere llamar a través de Internet (desde sus teléfonos) con aplicaciones como Whatsapp o Telegram. Y eso representa un gran desafío en la medida que la Comisión de Regulación de Comunicaciones no tiene ningún tipo de injerencia en estos nuevos negocios digitales.
De eso se trata el nuevo mundo que nos queda después de la crisis del Coronavirus. Seremos una sociedad más conectada pero a la vez más vulnerable en términos de privacidad y más desafiante desde la perspectiva normativa.
Para resolver semejante reto habrá que robustecer la institucionalidad, ofreciendo garantías a los ciudadanos sobre el respeto por su información y establecer reglas claras de funcionamiento tanto para operadores tradicionales como para nuevos negocios digitales.
Esa es la nueva competencia que existe en el mercado y sobre la cual habrá que entrar a regular. Los ciudadanos estarán completamente expuestos en el mundo digital y alguien deberá protegerlos.
Juan Manuel Ramírez M.
CEO de Innobrand
j@egonomista.com
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