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El enfrentamiento entre las multinacionales mineras y petroleras con ambientalistas por el supuesto consumo desmedido del agua, y por ende la contaminación de las fuentes hídricas, pasó al terreno de las urnas con las consultas populares.
Con los resultados en Cajamarca y Cumaral, en donde la población rechazó los proyectos de minería y petróleo con más del 95% de la votación; tanto el Gobierno, como las empresas afectadas, manifestaron que los vacíos de información impidieron que los votantes realmente conocieran que los procesos de producción son ambientalmente sostenibles.
En una reciente entrevista ofrecida a Portafolio, el alcalde de Cajamarca, Pedro Pablo Marín, afirmó que “se debe informar muy bien antes de tomar la decisión. Analizar con detalle cómo se formulará la pregunta. La desinformación ambiental puede afectar la economía de un municipio. Hay que mostrarle la realidad a una comunidad”.
AMBIENTALMENTE SOSTENIBLES
Ante la iniciativa de otros 45 municipios de adelantar consultas populares para avalar la continuidad de un proyecto minero o petrolero, las multinacionales, así como el Ministerio de Minas y Energía, han salido al paso para evitar que la desinformación termine por afectar el proceso de votación, si este se llega a presentar en las cabeceras en el territorio nacional.
En el caso de la operación de El Cerrejón, voceros de la compañía afirman que con el compromiso por el cuidado y conservación de las fuentes hídricas en la región, se trabaja constantemente en el desarrollo de iniciativas encaminadas a hacer un uso responsable a través de su Gestión Integral del Agua.
“Es así como desde el 2009 ha disminuido en un 69% el uso de agua de alta calidad para las operaciones en el complejo”, resalta uno de los voceros.
Agrega que el 93% del total de agua utilizada en la operación para el control de polvo, tanto en el proceso de minería como en el riego de vías es de baja calidad, no apta para el consumo humano, animal o para el riego de cultivos.
Aclara además, que esta proviene de los mantos de carbón y las aguas de lluvias que se acumulan en el fondo de los tajos mineros durante las temporadas con altas precipitaciones la cual nunca entra en contacto con los acuíferos de los ríos.
SOLO UN MITO
La operación petrolera también es objeto de críticas por parte de los ambientalistas, quienes afirman que en la producción se contaminan las fuentes hídricas, así sea en menor proporción en comparación con los procesos mineros.
“La industria petrolera no es una de las que consume mayores volúmenes de agua”, señala José Manuel Usuariaga Torres, investigador del Instituto Colombiano del Petróleo (ICP), al explicar que según un Estudio Nacional del Agua, el consumo en el sector de los hidrocarburos representa el 1,6% de la demanda hídrica total del país, mientras que hay otros sectores como el agrícola que consume 46,6%, el doméstico utiliza 8,2%, el pecuario 8,5% y el de energía 21,5%.
Por su parte, Jaime Checa, jefe de Geofísica de Hocol y expresidente de la Asociación Colombiana de Geólogos y Geofísicos del Petróleo, reitera que la operación de un proyecto de hidrocarburos no daña los acuíferos y tampoco impacta los ríos.
“Cada vez que se adelanta una tarea de producción se prohíbe el corte de vegetación de más de 10 centímetros de diámetro, se levanta un inventario de nacederos y cuerpos de agua, y se realizan actas de vecindad para construcciones y estructuras en un radio de 100 metros alrededor del punto fuente”, indica Checa.
Añade que además se organizan veedurías ciudadanas, visitas de auditoría de la Agencia Nacional de Hidrocarburos y de las autoridades ambientales, se auxiliares para certificar el 100%, y se prohíbe la caza y la pesca.
CONTRADICTORES
En la otra orilla de la discusión, los ambiéntatelas afirman que las operaciones mineras y petroleras, no solo terminan por contaminar las fuentes hídricas, sino que además alteran el ecosistema en la zona de influencia.
En un reciente foro organizado por la Universidad Nacional, Brigitte Baptiste, directora del Instituto Humboldt, afirmó que el problema con las actividades extractabas es que no hay retorno mínimo para el mantenimiento de los ciclos ecosistémicos y el bienestar de las comunidades.
“Un escenario como estos no es opción de futuro para una sociedad que pretende construir paz pues mina y erosiona posibilidades”, señaló.