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Los desafíos que nos ha planteado la entrada en esta crisis, imprevista para todos, han sido múltiples, y de dimensiones jamás imaginadas. Desde tener que mover equipos a trabajar remotamente, tomar decisiones drásticas para cuidar el flujo de caja y así asegurar la supervivencia, hasta variaciones organizacionales severas y cambios en la estrategia a corto plazo.
Desde hace algunos años venimos escuchado el término “transformación digital”, pero no hemos tenido la capacidad de sentarnos a entender este concepto, y mucho menos, de adaptarnos a los cambios que plantea una frase tan simple, sobre todo en las pequeñas empresas. Nos hemos sentido inmunes al paso del tiempo; estábamos convencidos de que la mejor forma de hacer las cosas es como veníamos operando porque “así lo hemos hecho durante años”. Esa visión, de hacer las cosas como siempre, nos costó retarnos a innovar, simplemente porque no salir de la zona de confort era lo más fácil… Y nos llegó una pandemia.
Según Confecámaras (Informe de dinámica de creación de empresas en Colombia, enero - diciembre de 2019), solo en 2.019 se crearon más de 309 mil unidades productivas en el país, el 99,9% de ellas micro y pequeñas empresas. La mayoría de esas nuevas empresas (76%) son personas naturales, es decir, guerreros solitarios que decidieron hacer negocios por su propia cuenta. Y en estos números sólo se considera a los que han formalizado su actividad comercial frente a la Cámara de Comercio de su ciudad. Nadie tiene claridad sobre cuántos son los informales.
Traigo estas cifras a colación porque hoy en día, con una alta probabilidad, y conociendo mucho a los emprendedores colombianos, la mayoría de esas empresas, ¡más de 309 mil!, están sufriendo la dureza de esta crisis, porque nunca consideraron la posibilidad de tener procesos digitales a nivel interno.