No ha existido campaña presidencial donde no se mencione una reforma tributaria, disque para sobrevivir durante los cuatro años siguientes. Con cualquier pretexto, los mandatarios invocan estas reformas como las tablas de salvación para las finanzas del estado, y todas, sin excepción, están llenas de los mismos argumentos.
No ha sido posible encontrar un nuevo gobierno que justifique, con razones válidas, las reformas a los sistemas tributarios. Entre otras razones, porque los múltiples cambios propuestos por los genios de las finanzas están diseñados para recaudar tributos, a como dé lugar.
Sin embargo, es un hecho tangible que los múltiples cambios propuestos por la mayoría de los sabios tributaristas siguen los mismos caminos y favorecen a los mismos bolsillos, otrora visibles en los bolsillos de los más ricos.
Aunque la realidad es que no son exactamente los mismos contribuyentes, gracias a las magias creativas de muchos genios de las finanzas, quienes han logrado desaparecer las sociedades de muchos contribuyentes adinerados.
Probablemente con el tiempo los países tendrán que inventar nuevos mecanismos para medir la riqueza real de los desaparecidos y añorados contribuyentes. O inventar nuevos mecanismos para financiar la supervivencia de los nuevos estados ricos.
Quizá el remedio esté en la inteligencia artificial, por ejemplo, con la creación, que ya es un hecho, de las monedas invisibles, que probablemente es un camino para que se conviertan en incontables.
Por lo pronto es indispensable convencer a los nuevos genios de las finanzas, de que no todo lo que brilla es oro, y que hay que tratar de proteger las rentas de trabajo.
En las reformas recientes, al menos en las colombianas, se ha dado por castigar las rentas puras de trabajo, prefiriendo muchas veces las rentas puras de capital.
El mecanismo se facilita porque los salarios y los honorarios generalmente se miden en humildes pesos, mientras existen muchos y novedosos métodos para diluir y sacar de la tributación los grandes ingresos.
De lo contrario, no va a ser posible evitar que, países como el nuestro, vean multiplicar cada vez en mayor grado la cantidad de pobres.