El cambio generacional ofrece retos especiales para mejorar la efectividad de los planes de retiro programado, a través del Régimen de Ahorro Individual con Solidaridad.
Empiezo invitando a empleados e independientes a priorizar y especificar metas desafiantes, para el mediano y largo plazo. Quizá procuran asegurar su bienestar, invirtiendo en vivienda o educación; emprendiendo un negocio; obteniendo una pensión acorde con la calidad de vida que desean, o retirándose anticipadamente con excedentes de libre disponibilidad. Ahora les pregunto: ¿qué están haciendo para lograrlo?
Pues el 58% de nuestra población no hace nada.
Con este preámbulo, es natural pensar que la apatía es una tendencia, considerando que el 90% de los afiliados a fondos de pensiones está anclado, por defecto, en posiciones que no necesariamente aprovechan sus posibilidades, según sus necesidades, expectativas y oportunidades.
Particularmente alternativas preferenciales –como los esquemas Multifondos y Voluntarias– estructuran portafolios adecuados a su momento de vida: acumulación (si está dispuesto a madurar inversiones que pueden ofrecer mayor retorno en el largo plazo), consolidación (si prefiere o tiene capacidad para asumir riesgos moderados) y jubilación (conservando su capital producido).
Por esto quiero concentrarme en la población joven, segmento de afiliados menores de 45 años correspondiente al 85% del total, que necesita asumir en forma responsable el control de su futuro; salir de su zona de confort, de inercia y postergación de decisiones de ahorro e inversión, pues su compromiso no debería depender de barreras autolimitantes, como el nivel educativo o sus ingresos.
La pregunta que puede hacerse, entonces, una persona desprevenida puede ser: ¿vale la pena? Sí, el desempeño de las AFP es laudable, considerando que: a) consistentemente ofrecen mejores soluciones (como la renta fija a tasa variable) y rendimientos que los bancos (su TIR acumulada es 9,8% real); b) democratizaron la propiedad, pues, a través de estos inversionistas institucionales, somos protagonistas del auge bursátil como accionistas de las empresas más importantes; y c) ofrecen facilidades para acceder a beneficios tributarios, auxilios funerarios y seguro de vida e invalidez de grupo (denominado Previsional). Incluso, puede aprovechar su trayectoria como garantía crediticia ante el sector financiero y real.
Con este marco de acción, para sentirse empoderado, es natural que requiera apoyo; aquí la sinergia institucional –sectores financiero y educativo, sindicatos, cámaras de comercio, cajas de compensación y medios– es clave para trascender del simple procesamiento de obligaciones laborales hacia ofertas de valor agregado, como la formación en competencias financieras básicas.
Exhorto, asimismo, a las áreas de gestión humana y responsabilidad corporativa para que desarrollen programas que apalanquen este tema de interés general.