La oscilación entre el caos y el desorden es una de las más divertidas aunque estresantes situaciones que se viven día a día en el circo corporativo, donde el lenguaje (en ambiente local y multinacional) y la comunicación son los actores principales; naturalmente, el antagonista es usted, y la víctima será la ejecución de la estrategia.
Para situarlo en contexto, el escenario es una torre de babel; el libreto, una tragicomedia, y el espectáculo, un anecdótico ‘stand-up comedy’.
Y es que no importa si ha generado o recibido una instrucción; quizá las cosas no andan como deberían o desearía; incluso, puede sentirse en un campo de batalla, víctima del fuego amigo entre señalamientos, mientras sigue disfrazando los problemas y haciendo malabares para no develar errores o debilidades.
Eso sí, si algo falla, es culpa de su antecesor o su interlocutor ¡no suya!, ¿por qué no lo entienden?
Pues estas situaciones están determinadas por los paradigmas con los cuales percibimos, pensamos y nos expresamos, a través del lenguaje.
Abundan ejemplos de las distorsiones del idioma corporativo, como abuso del espanglish¸ el indiscriminado uso de neologismos –otrora elegantes– como sistema o estrategia, y la mutación de esos “culebreros modernos”, denominados MBA, cuyos clichés cautivan auditorios aunque no tengan certeza de lo que hablan.
Es posible que ahora recuerde algunos actos de fe o juegos de seducción empresarial, donde fue inútil asumir posiciones defensivas, aunque crea tener control de la situación, claro, esta reacción es automática y está condicionada por vicios aparentemente ocultos, como la vanidad, la vergüenza y el miedo.
Puede identificar esta situación en los pronunciamientos reeleccionistas, las diatribas que los expresidentes profieren, los tímidos discursos contracíclicos, el abuso de las excusas, e incluso la excesiva cantidad y duración de esas inefectivas reuniones que configuran los comités empresariales que inventamos, y que de forma irrespetuosa ignoramos escondidos en gadgets y smartphones.
Ahora bien, el dilema es que, además de negar esta realidad, nos aferramos a excusas que sabotean la posibilidad de cambio; piense en el mito tecnológico, cuyas soluciones, pese a haber sido creadas para ahorrar recursos y a su sofisticada innovación, no han logrado mejorar nuestra capacidad de comunicación asertiva.
Todo lo contrario; la tecnología solo ha desplazado el lugar de las discusiones hacia el entorno virtual, donde es común encontrar interminables cadenas de mensajes o chismes que no resuelven nada, por no mencionar el interminable reciclaje de diapositivas, con discursos agotados y eternamente reencauchados, ¿le ha ocurrido?
Aunque moderno, en este teléfono roto los vacíos de comunicación siguen siendo como los tradicionales hoyos negros en el espacio: solo los percibimos por sus absorbentes y destructores efectos, de los cuales nada se escapa.
Lo invito para que se decida a asumir la responsabilidad del cambio y liderazgo en la comunicación: dejando de suponer, escuchando atentamente y preguntando activamente, pues Usted es el guionista de sus propias historias; evítese sorpresas y libérese de estas apologías y comedias de errores.
Germán Eduardo Vargas
Catedrático