El capital humano, dicen, es una de las prioridades estratégicas para la competitividad; paradójicamente, es un talón de Aquiles para algunos milagros económicos que padecen las consecuencias del relevo generacional, y esto no es una casualidad.
El mercado laboral a nivel global está sufriendo con los efectos de la crisis, el fin de una estabilidad aparente.
Un problema que se exacerba con el cambio generacional, pues los vacíos en cantidad y calidad de fuerza laboral no soportan dinámicas de crecimiento aceleradas y sostenidas, mientras el recurso humano permanece en una burbuja, ajeno a su capacidad y oportunidad.
La importancia de este fenómeno es que se replica en países como Portugal y Corea del Sur: antípodas del desarrollo educativo, el primero rezagado y el segundo sobrecalificado; uno sustentado en el trabajo mecánico y barato, y el otro especializado en industria de alta tecnología electrónica; ambos en una crisis de talento: por capacitación y motivación.
Es un caso interesante de convergencia en el resultado, pues hay ‘mucho cacique y poco indio’, a pesar de su disparidad estructural, entendiendo que Portugal tiene problemas de generación y Corea de absorción de talento.
Corea, al igual que Alemania, tiene fallos de mercado sólo reversibles si flexibilizan su cerrada frontera a la fuerza laboral que está dispuesta a sustituir las necesidades operativas que existen en trabajos básicos; de aquí otra variable: retención.
Alemania, sempiterna potencia abundante en capital humano, padece una masiva fuga que se traduce, sorprendentemente, en escasez de talento. Los orígenes de este fenómeno están identificados por estudios de Royal Society, L’Institut Montaigne & Max Planck Institute, que relacionan las restrictivas políticas de remuneración y limitadas oportunidades de desarrollo profesional en momentos de crisis y contracción en Europa.
Ahora la vicisitud es ¿malo porque sí y malo porque no?
No. En cualquier caso, la inversión en educación debe ser una prioridad a pesar de los costos, pues es la única forma de no perder visión y capitalizar estratégicamente el desarrollo nacional y empresarial.
Evidencia sustancial es el caso de Irlanda, país que se reinventó en torno a la educación técnica y el trabajo de alta tecnología, y que aún hoy, rozando una crisis bancaria, sigue siendo un país rico y con destacada proyección en Europa.
Para cerrar, en América Latina tenemos la suma de todos los males, pues la baja formación y el cambio generacional han forzado a las empresas a madurar aceleradamente el talento para promoverlo; la demanda crece con el riesgo de esta práctica y el apetito por nuestra región, pero el ritmo de inversión en capacitación tradicionalmente sufre con las crisis; miopía estratégica.