Parafraseo al canciller polaco quien, paradójicamente, ante la crisis, sugirió temerle menos al poder que a la “apatía” alemana, para comprender la importancia de los encuentros bilaterales que confirmaron Estados Unidos y Brasil, con motivo de la Cumbre.
Es que las iniciativas de integración continental no han consolidado ni legitimado institucionalidad y liderazgo en América, frustradas por la disparidad de intereses y la incesante necesidad de protagonismo entre sus integrantes: colorín colorado, destino Cartagena, estos cuentos no han acabado…
Mientras la política exterior de Estados Unidos ha ignorado y marginado a la región, emergieron otras iniciativas excluyentes como ALBA y CELAC, cuyas misiones son tan confusas como tanta sigla ‘insulsa’ -aclaro que no hago referencia al Secretario de la OEA-, que simboliza cada prueba registrada, de ensayo y error.
Cualquiera que sea el vehículo, conviene aprovechar algunas de las lecciones que a propósito de esto ofrece el modelo de la Unión Europea, que, pese a los avances logrados en cohesión cultural y social, ha develado debilidades estructurales y funcionales.
Particularmente, sobresale el debate en torno a la soberanía, pues si bien la UE se gestó como una iniciativa de largo plazo para facilitar la reconciliación y reconstrucción del continente desde la posguerra, su arquitectura institucional ha impuesto restricciones sobre la autonomía en asuntos de interés local que determinan el termómetro electoral.
La política tradicional compite así con la influyente tecnocracia, por lo que los mercados reaccionan con desconfianza, como le ocurrió a los abdicados ‘Burlesconi’ y Papandreu, y al británico, Cameron, calificado por The Guardian como político doméstico, no estadista internacional.
Para asegurar coherencia, debemos comprender que al diseñar estos bloques uno de los principales errores es ignorar la diversidad de los miembros, a riesgo de incidir en enfoques totalitarios.
Esta complejidad supone reconocer las especificidades endémicas y la necesidad de instaurar mecanismos de coordinación y control para conciliar el interés colectivo con el local, lógica conocida como ‘glocalización’.
El siguiente punto que quiero abordar es la necesidad de establecer un enfoque integral para la sostenibilidad institucional; la lección europea demostró la necesidad de establecer criterios de concertación explícitos, y protocolos de liderazgo para resolver conflictos y superar crisis, pues las respuestas no fueron concurrentes ni sincrónicas, presionadas por intereses proteccionistas.
El equilibrio entre disciplina y solidaridad ha sido el eje que bifurcó el debate, con una propuesta para generar diferentes segmentos periféricos según grados de integración, y otra que buscaba la absorción plena de poderes, en torno a la integración monetaria, fiscal y presupuestal.
Con este contraste como balance, es claro que América carece de claridad y unidad de propósito; necesita recorrer el camino adecuado para construir escenarios de diálogo y consenso, a riesgo de continuar aislando al ‘nuevo continente’ ante el mundo.
Por defecto, si la Cumbre es saboteada por el mejor amigo del presidente Juan Manuel Santos, perpetuaremos la escisión de las Doctrinas Monroe y Bolivariana. Ni chicha ni limoná.
Germán Eduardo Vargas
Consultor
gevargas@gmail.com