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¿Economía del esfuerzo?

El sempiterno debate sobre abuso e insuficiencia de las medidas vigentes para superar la crisis, y el riesgo de doble recesión, parece hipnotizado por un péndulo que oscila errático entre la soberbia europea y una FED ‘relajada’: galimatías y eufemismos.

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Sumergidos en la incertidumbre, esta insoportable levedad y parálisis tecnócrata adolece falta de ingenio para resolver los problemas estructurales que prolongan el ciclo, mientras la Eurozona sigue deprimida, Estados Unidos no se recupera, y otros bloques reportan señales de contracción.
Para colmo de males, víctimas de su tautológico invento, los rescates siguen reducidos a más de lo mismo: reciclar activos tóxicos para respaldar países insolventes y bancos desacreditados, socializando las pérdidas y presionando aún más la reducción del gasto público, que debió orientarse a recuperar el sector ‘real’.
Inconvenientes e infructuosos, tal como define la Academia de la Lengua, esos ‘estímulos’ reflejaron reacción automática, sin evidencia de aprendizaje. Ahora, sin excedentes ni recursos contingentes, buscamos refugio en creencias ortodoxas para reanimar la economía: al amparo de alguna mano invisible, o la ilusión de un milagro que, como truco de magia, pueda crear algo de la nada.
Resignados ante esas obsoletas teorías del origen de la vida, ignoramos que, incluso, la generación espontánea demandaba un caldo de cultivo para gestar condiciones mínimas que no sustenta este ambiente frugal, de costosa austeridad, descompensado porque:
1) A escala micro, sin conciencia estratégica y responsabilidad social, muchas empresas fundieron el mercado laboral, motor clave de crecimiento.
2) Las economías emergentes, que habían contenido una catástrofe, se contagiaron de volatilidad, mientras implantaban las mismas ‘políticas de ajuste estructural’, presionadas por las entidades multilaterales con la promesa de estandarizar el desarrollo.
En esta paradoja del dominó, entre la desregulación y el nuevo proteccionismo, lo que empezó como una tragedia griega representa ahora un cuento chino que, aunque no es inmune, versa una estrategia dominante que tiene en jaque a Estados Unidos y Europa, como su principal acreedor, avanzando en la apropiación de recursos estratégicos: naturales, financieros y portuarios.
Para evitar lesiones todavía más sensibles e irreversibles es necesario intervenir esas recurrentes anomalías, donde prepondera la ingeniería financiera sobre la economía real y el bienestar social, porque los agentes del mercado continuarán especulando, evadiendo responsabilidades e ignorando consecuencias; perpetuando décadas pérdidas, de crecimiento vegetativo.
Reformas demócratas que no deberían estar condicionadas por la economía del esfuerzo, atajos o fórmulas baratas, pues implican justicia institucional y reparación de la confianza ciudadana; tal como el proceso de paz en Colombia, donde no negociamos por miedo y no tememos concertar –parafraseando a J. F. K.–, aunque desconcierta el énfasis militar en la mesa, y preocupa el historial de fracasos de Villegas frente al salario mínimo. Y aquí no hay decreto que salve la patria.
GERMÁN E. VARGAS
CATEDRÁTICO
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