Lo más importante debe convocar nuestra participación este domingo para elegir al nuevo burgomaestre: el bienestar de nuestra metropoli, votando, en cualquier caso, a favor de Bogotá, no en contra de nadie.
Honrando las diferencias, debemos reconocer que tenemos una baraja de excelentes candidatos; aquellos que no están en su ‘momentum’ como Jaime Castro, pasando por líderes que dejaron de ser promesa para convertirse en realidad, como ocurrió con David Luna y Carlos Galán, hasta personajes valientes que, como Gina Parody y Gustavo Petro, han logrado hacer frente a maquinarias que soslayan la integridad en la administración pública.
Desafortunadamente, los debates no dejaron conocer con profundidad las propuestas de estos candidatos –lo digo como crítica a sus campañas–, pues los discursos fueron aburridos y las diatribas empobrecieron la calidad de estos escenarios.
Adicional a esto debo agregar, en términos de cantidad, mi rechazo hacia la escasa disponibilidad de los canales privados para enriquecer estas oportunidades que implican responsabilidad corporativa, como sea que los medios de comunicación deben asumir un rol pedagógico en el desarrollo de la sociedad.
Preguntas formuladas para estimular controversia, no para ilustrar y argumentar; espacios de ‘un minuto para ganar’, que no permiten encontrar contraste ni el quid de los asuntos de interés. Lo cierto es que, comparado con las elecciones para sus realities, que ocupan todo el espacio matutino y nocturno, las elecciones por Bogotá pasaron de agache en Caracol y RCN.
Esa es la mala noticia; no ha habido debates reales. Como ya es normal, parece imponerse el voto de opinión, impulsado por los resultados de las encuestas y el efecto mediático de las diatribas para votar en contra de una persona, no a favor de un programa, pues la mayoría de los ciudadanos apenas reconocen a los protagonistas y parecen desinformados de su contenido programático.
Habida cuenta de estos detalles, complementando sus fortalezas, y contrastando sus oportunidades de mejora, yo me decanto por apoyar la iniciativa de Enrique Peñalosa, pues reconozco sus éxitos transformando a Bogotá y creo en su inteligencia para haber aprendido de sus errores; desde luego, lamento que haya contaminado su campaña con el miasma que acarrea el conservatismo y el Partido de la U.
Es el candidato más experimentado y con visión más vanguardista de las palancas de desarrollo para Bogotá; interpreto su programa como dos soluciones integrales en frentes fundamentales: el primero, integrado por la urbanidad, la movilidad y la cultura ciudadana, como referentes de modernidad; el segundo compuesto por la educación, el desarrollo empresarial y laboral, como condiciones de prosperidad.
Vote consciente, y, cualquiera que sea el resultado, destaco la responsabilidad que tendrá el futuro alcalde en las empresas distritales para modernizar su gestión; mucho por aprender del caso EEB, cuya colocación de acciones es promisoria atendiendo a sus resultados y visión; un ejemplo de cómo los activos públicos pueden gerenciarse con criterio rentable para financiar el desarrollo de Bogotá.