A finales del año pasado, Francia comenzó a vivir una de las manifestaciones más fuertes de su historia reciente.
Un grupo de ciudadanos, que se denominan los ‘chalecos amarillos’, han llamado la atención del mundo, luego de protagonizar multitudinarias protestas que han traído consigo enfrentamientos con las autoridades, daños a cientos de establecimientos y heridos de todas partes.
El presidente Emmanuel Macron ha quedado en jaque en varias oportunidades ante la presión de la comunidad internacional, los medios y, por supuesto, de sus ciudadanos que reclaman una solución urgente.
¿Y cómo comenzó este movimiento? En Francia se ha cobrado –desde hace varios años– un impuesto al consumo doméstico de energía, denominado ‘Ticpe’, al que se le adicionó una sobretasa justificada en el uso de combustibles fósiles, mejor conocido como impuesto al carbono.
En pocas palabras, los franceses pasaron a pagar 15 por ciento más por la gasolina y 23 por ciento más por el diésel. Esta decisión convirtió al país en uno de los que mayor tarifa establece para el uso de combustibles en toda la Unión Europea.
Así las cosas, el creciente precio de la gasolina, el elevado costo de la calidad de vida (reflejado, entre otros, en el valor de alquileres de vivienda, ropa y alimentos) y la fuerte carga tributaria, impulsaron un sentimiento de inconformismo ciudadano que se viralizó a través de las redes sociales y los medios de comunicación.
Toda esta ola impulsó a la ciudadanía a movilizarse en las calles, captar la atención de la prensa internacional y paralizar, literalmente, al gobierno del presidente Macrón. Hoy, los ‘chalecos amarillos’ han alentado a movimientos en Bélgica, Inglaterra, Grecia, España, Países Bajos, Italia, entre otros.
Los protestantes reclaman un ajuste fiscal que desescalone lo que, a su parecer, representa un alto costo de vida, y exigen medidas que contribuyan a mejorar el nivel adquisitivo de los franceses.
Hasta la semana pasada, las manifestaciones cobraron millonarios daños en las principales calles de París, y han generado un ambiente de zozobra en uno de los destinos más fuertes del turismo mundial.
Paradójicamente, los ‘chalecos amarillos’ están pidiendo la renuncia de un presidente que desde su comienzo había marcado un estilo de gobierno joven, fresco, innovador y ejemplarizante para el mundo.
Hay quienes consideran que Francia, como buena parte de la Unión Europea, ha fallado en el desmonte gradual del reconocido Estado de Bienestar, o aparato de subsidios, que permitían que sus ciudadanos accedieran a una variada oferta de bienes y servicios del Estado.
En otros sectores argumentan que, por el contrario, el país se encuentra en un punto en el que no es necesario mantener el gasto fiscal tan alto y que un mecanismo de recuperación es la austeridad en este tipo de destinaciones presupuestales.
Por lo pronto, Macrón debe demostrar su capacidad de negociación para apagar un incendio que aún puede seguir creciendo.
CEO de Innobrand / j@egonomista.com
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