La ley del embudo

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¿Qué hace que trabajar en una organización que predica un modelo de sociedad sea bueno y laborar en otras entidades que creen en otro modelo sea malo? ¿Es que, eliminar la pobreza, aumentar la eficiencia del Estado y buscar el bienestar del pueblo son propósitos privativos de una ideología u otra?
Se puso de moda en Colombia que quienes predican desde organizaciones de izquierda reclamen credibilidad y sinceridad para sus planteamientos, pero si esos mismos objetivos los expresan otros, a los que por no ser de izquierda inmediatamente se les tilda de derechistas, como si las alternativas de centro hubiesen dejado de existir, se les acusa de disfrazar sus “mezquinos y egoístas intereses”.
Es una nueva versión de “adueñarse de la verdad revelada” y criticar ferozmente a quienes no creen en ella, conducta que tantas tragedias, violencia y guerras ha generado, y sigue ocasionando, en el mundo, y en Colombia.
El columnista Camilo González Posso se da el lujo, en su columna de El Tiempo, de desprestigiar a otros ciudadanos, tan ilustres y exministros como él, tan académicos y respetables como él, afirmando que ellos (y él no) sólo creen en lo que creen porque los mueven conflictos de interés. Los acusa de “mineroadictos” y de no apegarse al análisis de los hechos, sin obligarse él mismo a presentar el serio análisis que, se supone, sólo él y los que como él piensan han hecho.
En este país ser positivo es un pecado.
Lo malo no es ser de izquierda, o de centro, o de derecha, o de cualquier combinación de ellas.
León Teicher

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