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La ley del embudo

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Se habla de ‘puertas giratorias’ para desprestigiar a quienes fueron funcionarios del Estado y pasaron al sector privado.
Pero no se aplica el término a los que alternan sus funciones en el Estado con trabajo en las ONG o medios académicos con otra orientación ideológica.
¿Qué hace que trabajar en una organización que predica un modelo de sociedad sea bueno y laborar en otras entidades que creen en otro modelo sea malo? ¿Es que, eliminar la pobreza, aumentar la eficiencia del Estado y buscar el bienestar del pueblo son propósitos privativos de una ideología u otra?
Se puso de moda en Colombia que quienes predican desde organizaciones de izquierda reclamen credibilidad y sinceridad para sus planteamientos, pero si esos mismos objetivos los expresan otros, a los que por no ser de izquierda inmediatamente se les tilda de derechistas, como si las alternativas de centro hubiesen dejado de existir, se les acusa de disfrazar sus “mezquinos y egoístas intereses”.
Es una nueva versión de “adueñarse de la verdad revelada” y criticar ferozmente a quienes no creen en ella, conducta que tantas tragedias, violencia y guerras ha generado, y sigue ocasionando, en el mundo, y en Colombia.
El columnista Camilo González Posso se da el lujo, en su columna de El Tiempo, de desprestigiar a otros ciudadanos, tan ilustres y exministros como él, tan académicos y respetables como él, afirmando que ellos (y él no) sólo creen en lo que creen porque los mueven conflictos de interés. Los acusa de “mineroadictos” y de no apegarse al análisis de los hechos, sin obligarse él mismo a presentar el serio análisis que, se supone, sólo él y los que como él piensan han hecho.
En este país ser positivo es un pecado.
Creer que el modelo que a lo largo de la historia y a lo ancho del planeta comprobadamente ha funcionado para redimir a los pueblos y crear sociedades más equitativas que la nuestra es un error. Predicar modelos que consistentemente han fracasado es lo correcto.
Quien no sea de izquierda no tiene derecho a ser patriota, honesto, comprometido con el bienestar popular. Ese es un derecho adquirido de la izquierda (¿en cuál dependencia del Estado venden esos títulos?).
Defender la propiedad privada y creer que las multinacionales colombianas que nos enorgullecen en el exterior no son malas por ser multinacionales, es aprobado. Pero creer que las multinacionales de otros orígenes tampoco son malas es un pecado, porque sus capitales no provienen del interior de nuestras fronteras.
Lo malo no es ser de izquierda, o de centro, o de derecha, o de cualquier combinación de ellas.
Lo malo es ser intolerante, eludir el diálogo serio sobre los problemas de la nación y sobre las opciones de solución, autootorgarse arrogantemente el derecho a la verdad revelada, comportarse como los ayatolás, a quienes el ‘socialismo del siglo 21’ cultiva como amigos a pesar de ser feroces dictaduras. Lo malo es engañar a la gente con argumentos seudoacadémicos, seudocientíficos, irrespetuosos y ultraintolerantes.
León Teicher
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