Informalidad: ¿es una elección?

Ser simplista frente a la realidad de la informalidad no solo es equivocado, sino que puede impedir una toma decisiones para reducir injusticias.

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Es cierto, como lo afirma el sector de grandes empresarios, que la informalidad es una limitante, tanto para el crecimiento económico como para el recaudo de impuestos del Gobierno. Pero no se menciona que también afecta algo que cada vez más se considera como un gran freno al desarrollo, la productividad de la economía. Pero estos no son ni los únicos problemas, ni los más serios. 
La realidad es que amplios sectores de trabajadores ejercen sus labores en contextos precarios, lo que no solo es causa de graves problemas sociales sino que, además, es un claro reflejo de serias e injustas brechas existentes en sociedades como la colombiana, donde no se cumple con el principio básico de una democracia: garantizar los derechos económicos, sociales, políticos y ambientales de todos los habitantes del país. En otras palabras, donde grandes sectores del país ven como algo muy lejano el principio de igualdad de oportunidades para todos. Este problema no se resuelve únicamente volviendo el sector formal más atractivo, como plantean aquellos que tienen una visión simplista y que ignoran la realidad de la desigualdad y de la pobreza de grandes sectores del país.
La informalidad no es una elección, los que se acogen a esas condiciones laborales no lo hacen por voluntad propia, ellos no eligen estar en escenarios poco favorables para obtener lo mínimo para vivir. La población que se ha identificado dentro de la informalidad, según cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), son aquellas personas con niveles de educación baja que en 80 por ciento viven en el campo –donde los pocos grandes empresarios evaden la ley laboral– y un 43,7 por ciento en las zonas urbanas.
En América Latina, las mujeres se ven más perjudicadas que los hombres con tasas de empleo informal de 54,3 por ciento frente al 52,3 por ciento, respectivamente, y en el caso más grave, tres de cada cuatro jóvenes y adultos mayores, están empleados en el sector informal. ¿Tomaron voluntariamente esta decisión de ser informales estos millones de trabajadores?
No puede negarse, como lo plantean los grandes empresarios, que para aquellos informales que han logrado superar la barrera de la pobreza, una flexibilización de las normas para pasar al sector formal ayudaría a ampliar este ramo que tributa y tiene mayor productividad. Tal como lo expresan Florence Bonnet y Vicky Leung: “no todos los trabajadores informales son pobres, (pero) la pobreza es tanto una causa como una consecuencia de la informalidad”. La pregunta de fondo es ¿cuántos son? Según la OIT, en el mundo hay 2.000 millones de personas en el sector informal, y Colombia, comparada con la región de las Américas, presenta una tasa mayor de informalidad, 48,9 por ciento frente a 40 por ciento, respectivamente. Una cifra que alarma, pero no asombra, ya que esta tendencia se ha perpetuado hace varios años. Lo que sí preocupa es que en el centro de la discusión no se dimensione que este problema no radica en una elección propia porque esto invisibiliza y agrava la situación.
Mientras no haya garantías para la población, mientras no se garantice a la mayoría del país la satisfacción de las necesidades básicas, no se puede demonizar la informalidad, porque es por medio de la economía del rebusque que estas personas logran generar sus ingresos. De nuevo, debe recordarse que el mayor porcentaje de la población, 36 por ciento, se define como vulnerables, es decir aquellos que superaron la línea de pobreza, pero que rápidamente pueden volver a caer en la pobreza. ¿Por qué se ignora permanentemente la existencia de este grupo de colombianos, sobre representados en la informalidad?
El desafío para Colombia implica darle una visión de largo plazo a esta realidad de grandes masas de trabajadores para que se supere esta trampa de pobreza. Establecer controles contra el trabajador informal o sus consumidores con el fin de desincentivar este sector, son medias que se quedan cortas para resolver el problema. Es necesario enfocarse en aumentar los niveles de educación para que la población se pueda insertar al mercado laboral formal con mayor facilidad, así como, incentivar, tanto a los microempresarios como a los grandes empresarios a promover condiciones de trabajo decente para sus empleados. Y sobre todo, establecer controles en el sector agropecuario, pues es allí donde se encuentran índices elevados de informalidad. Para cumplir estos objetivos, además, es necesario que la gente comience a alzar la voz por este gremio, ya que como se encuentra en la informalidad, no tienen un actor que los organice o los represente.
Ser simplista frente a la realidad de la gran informalidad del trabajo en Colombia no solamente es equivocado, sino que puede impedir que se empiecen a tomar esas decisiones críticas para reducir las profundas injusticias que prevalecen en este país.
Decisiones que solo generarán resultados en el mediano y largo plazo, pero que deben empezar a implementarse de inmediato.
Cecilia López Montaño
Exminista - Exsenadora

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