Remoción del conflicto armado

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La guerrilla entiende que su imposición en el territorio ha fracasado, pero ensambla su estrategia de negociación asumiendo que el Estado, socialmente, también. Sin perjuicio de las correlaciones militares, desde el ámbito político, para aquella son igualmente derrotados en los territorios del conflicto.
Mientras transcurra la negociación, la batalla será por la gente. La guerrilla seguirá intentando capitalizar, a su favor, las expectativas y frustraciones de pobladores, en especial de entornos abandonados de la actividad estatal. Esto, con sus aliados ideológicos en la legalidad. Su fácil postura es la reivindicación, la reclamación y la rebeldía.
Desde el otro extremo del espectro ideológico parece aplicarse la misma receta. Animar el descontento y convocar a la protesta sirven para contener el camino de reformas, para arrastrar hacia el pesimismo, para arropar de pueblo el retorno al pasado y con él a la preservación de un statu quo que este Gobierno ha querido remover.
Pero ni desde el punto de vista moral ni estratégico puede entenderse que los paros y las movilizaciones son el resultado de la acción de ‘fuerzas oscuras’. Tampoco se pueden menospreciar o descalificar sus reivindicaciones. Tras las barricadas subyace el clamor de pobladores rurales para que el Estado los acoja, los atienda como ciudadanos, y los libere del temor y la necesidad a la que han estado condenados por el poder que impusieron los grupos ilegales, al amparo del vacío institucional. Se movilizan para intentar resolver, bajo el blindaje de la acción colectiva, el aislamiento y la marginación a la que han estado sometidos.
El Gobierno no puede dejarse atenazar. Debe permitir y atender las demandas ciudadanas como expresiones de la democracia, que además no necesariamente ocurren como consecuencia de un mayor descontento. También tienen origen en el sentido de oportunidad con el que la gente entiende que hay en la coyuntura una voluntad de diálogo y un reconocimiento de los conflictos sociales. Los mismos que anteriormente se negaron, al reducirlo todo a la ‘amenaza terrorista’. Los paros son también costos del éxito.
El desafío para el Gobierno no es menor. Tiene que probar, en momentos de gran presión, que su talante es realmente el de asegurar que el orden esté al servicio de las libertades y no el de sacrificar las libertades para la preservación del orden.
La mejor manera de hacerlo es profundizando su agenda de inclusión social. De lo contrario, alguno de los extremos terminará saliéndose con la suya.
Ernesto Borda Medina
Director Ejecutivo de Trust
eborda@trust.com.co
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