Hoy hace treinta días Colombia entró en una histórica cuarentena para combatir la propagación del coronavirus en el territorio nacional.
Con el objetivo de reducir el ritmo de contagios, ganar tiempo para preparar el sistema de salud y recoger más información sobre el comportamiento de la covid-19, el presidente Iván Duque confinó a más de 40 millones de colombianos en sus casas.
Este mes de aislamiento obligatorio desató decisiones, reflexiones, cambios de prioridades y, sobretodo choques drásticos, en prácticamente todos los sectores de la economía y de la sociedad así como en todas las dimensiones y aspectos de la vida cotidiana.
Sin intención de elaborar un listado exhaustivo, un ejemplo es la agenda de los gobernantes y los dirigentes políticos que quedó concentrada en cómo liderar a la sociedad colombiana a través de una emergencia sin precedentes y con mucha incertidumbre.
La economía del mundo se paralizó a raíz de los confinamientos y en solo un mes las perspectivas económicas de Colombia se desplomaron y transitamos hacia el peor desempeño en veinte años.
Las inequidades ya existentes en nuestra sociedad se exacerbaron con el aislamiento desde todas las aristas: la informalidad laboral, la brecha digital, el déficit habitacional, la violencia de género y la inequidad en las tareas domésticas, entre otras.
Con los mayores de 70 años en una cuarentena que no se sabe cuándo terminará, quedó en evidencia la complejidad y la necesidad de políticas públicas orientadas a los adultos mayores y sus vulnerabilidades.
Con los niños y los jóvenes sin clases y en casa, el sector de la educación está experimentando un momento de la verdad al verse obligado a la total virtualidad en la enseñanza. Ha quedado claro para muchos que la educación digital requiere de habilidades, competencias e infraestructuras que pocas instituciones y estudiantes tienen.
Tras un mes de aislamiento se ha consolidado una economía del “bajo contacto” que incluye aplicaciones, compras por comercio electrónico, entrega de domicilios, herramientas de teleconferencia y consolidación del teletrabajo. Las consecuencias futuras del fortalecimiento de estos sectores e industrias en detrimento de sus contrapartes de “alto contacto” están aún por determinar pero probablemente tendrán un impacto importante.
No hay que olvidar esta porción de la economía, basada en la aglomeración y en la masiva afluencia, que hoy se hunde sin esperanza de retomar actividades en el corto plazo. El turismo, los hoteles, los eventos deportivos, culturales, el entretenimiento masivo, sitios de diversión, restaurantes, cine y gimnasios están literalmente “apagados”.
Se cumple este primer mes de cuarentena en medio de un debate sobre el diseño de la siguiente fase del aislamiento. La autorización presidencial a partir del próximo lunes para que los sectores de la construcción y la manufactura ha revivido la falsa disyuntiva entre salud y economía.
Partiendo de la base de que la cuarentena no es vacuna contra la covid-19 y de la necesidad de aumentar las pruebas y reforzar la capacidad hospitalaria, el país debe transitar hacia la reapertura bajo protocolos estrictos de algunas actividades productivas.
Es momento de un diálogo productivo entre el Gobierno Nacional y el Distrito Capital, principal opositor de reabrir, para implementar esta siguiente fase. Esta coordinación intergubernamental debe avanzar en la hoja de ruta para “prender” estos sectores pero respondiendo a la protección de la salud de los trabajadores y atendiendo la preocupación sobre la movilidad del gobierno capitalino.
Tanto el Gobierno Nacional debe ganar confianza como el Distrito aceptar cambios en la cuarentena.