Era un terreno plano y firme, sin señales de alteración. Sin embargo, un equipo de especialistas en búsqueda de desaparecidos y fosas comunes estaba convencido de que allí podían encontrarse cuerpos enterrados.
Durante horas exploraron el sitio sin resultados, hasta que decidieron probar una estrategia distinta: volar un dron con cámara térmica. Tras varios vuelos, el dispositivo detectó una ligera variación en el suelo. Esa diferencia permitió ubicar los cuerpos.
De acuerdo con una investigación de BBC, la persona que operaba el dron hacía parte de la Comisión de Búsqueda de Personas Desaparecidas de México y utilizó información en desarrollo del Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial (CentroGeo). La institución trabaja desde 2023 en métodos para identificar enterramientos a través de tecnología geoespacial, combinando imágenes de satélite, drones y ensayos científicos.
“Utilizamos herramientas diseñadas para otras cosas para que nos ayuden a encontrar los cuerpos de los desaparecidos”, explicó a BBC Mundo Juan José Silván, investigador del CentroGeo especializado en procesamiento de imágenes satelitales. La metodología incluye un elemento particular: el uso de cerdos para simular las condiciones de descomposición humana.
“Los vestimos y los enterramos en sitios que están siendo analizados en esta investigación con la idea de tratar de replicar los efectos que tiene un cuerpo enterrado en el suelo”, señaló Silván. La similitud anatómica entre cerdos y humanos, que comparten el 98% del ADN, permite estudiar cómo se modifican las condiciones del terreno.
Los animales son enterrados en distintas condiciones: troceados, envueltos en cobijas, encintados, quemados o cubiertos con cal. El objetivo es observar cómo se reflejan los procesos de descomposición en la superficie. “Esos efectos en el suelo, que pueden ser desde variaciones térmicas hasta protuberancias imperceptibles para el ojo humano, pueden ser leídos después con equipos de geolocalización o de lectura de imágenes digitales”, añadió el investigador.
La técnica surge en un contexto de creciente desaparición de personas en México. En 2013 había 26.000 casos registrados. Hoy, la cifra asciende a 130.000. En los últimos años se han hallado cerca de 6.000 fosas y se han creado más de 300 colectivos de familiares dedicados a la búsqueda.
Uno de los hechos que marcó la decisión de fortalecer la investigación científica fue el caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, desaparecidos el 26 de septiembre de 2014 en Iguala. Hasta el momento solo tres han sido identificados. “Lo que hicimos fue ponernos en la tarea de encontrar en la ciencia y la investigación una forma de poder ayudar en la búsqueda de personas desaparecidas”, explicó Silván.